La mirada del petirrojo

Esta entrada es una colaboración con Naukas


En lo que respecta al comportamiento animal cada día tengo más claro que no debemos juzgar nada por sus apariencias. Hace solo un par de días que veía este fantástico documental de PBS sobre cuervos Nature's Smartest Birds - Ravens, PBS (2001), en él un experto en estas aves realizaba la siguiente declaración (minuto 5:00).

He traducido superficialmente las palabras de John Marshall:
"Los cuervos son animales tan fascinantes que cuando empiezas a estudiar cualquier córvido no puedes volver a estudiar algo de... menor calidad, es simplemente imposible. Creo que una de las cosas que más me sorprende, a mi y a otros que trabajan con estos animales, es que cuando coges algo como un petirrojo, y lo miras... es solo apariencia, realmente no hay nada en el interior de la cabeza de un petirrojo, ...que yo pueda contar. En cambio puedo decir que cuando coges un cuervo... (Un montón de -merecidos- piropos a los cuervos)"

Es curioso como el mismo día que oía estas palabras de Marshall me encontraba con este interesantísimo estudio en petirrojos "Wild robins (Petroica longipes) respond to human gaze" (Los petirrojos salvajes responden a la mirada humana), publicado en Animal Cognition.

Investigadores de Nueva Zelanda querían comprobar cuán conscientes pueden llegar a ser estos animales de la atención humana. Para ello utilizaron petirrojos salvajes de Isla Norte, un lugar donde los petirrojos no se han adaptado a la presencia humana, y por tanto se acercan con naturalidad e incluso intentan robar comida a los humanos.

Dos chicas, de aspecto similar y vestidas de la misma forma, llamaban a los petirrojos. Enfrente de ellas había gusanos (que les encantan a estos pajaricos), y ambas investigadoras tomaban poses concretas, como las que podéis ver en esta imagen.


Bueno, pues de una forma que muy pocos podrían haber imaginado, los petirrojos elegían aquellas situaciones en las que el investigador NO estaba mirando la comida. Muy sorprendente.
Las diferencias más significativas se daban en aquellas situaciones en las que un investigador tenía sus ojos tapados (E y F), pero es que incluso se daba en la situación D, en la que una de las investigadoras miraba a otro lado sin girar la cabeza.
Es curioso que la situación C saliese precisamente al revés que el resto, los petirrojos se fiaban menos de la investigadora de perfil que de aquella que se encontraba de frente. Quizás sea por la forma en la que algunas aves tienen a fijarse en los objetos, utilizando el lateral de la cabeza.

La importancia de este estudio es muy grande, no de forma aislada, sino junto con el resto de trabajos que van poco a poco probando que la sensibilidad a la mirada no es exclusiva nuestra. Hasta hace muy poco tiempo se creía que esta era una diferencia fundamental de los seres humanos, y existía cierta controversia acerca de si los chimpancés eran capaces o no de seguir la mirada. Hace apenas unos días se publicaba otro artículo en Animal Behaviour en el que se ponía a prueba esta habilidad en varios primates, chimpancés, bonobos, orangutanes y en humanos. Se utilizaba una pantalla en la que se exponía al sujeto de estudio a la imagen de otro animal (misma especie o no) mirando un punto en la pantalla, luego se comprobaba si miraba al punto señalado con la mirada o a cualquier otro.


El resultado ha sido muy interesante, todos los individuos adultos seguían la mirada del individuo de la pantalla fuese este de su misma especie o no, pero no ocurría así cuando los sujetos experimentales eran jóvenes. Los niños humanos y los chimpancés pequeños solo seguían la mirada de los individuos de su propia especie. Se ha dicho de esto que no es que los niños humanos (y chimpancés) sean incapaces de realizar tal acción, sino que simplemente estaban faltos de motivación para hacerlo. Solo se sentían motivados con miembros de su propia especie. ¿Está mal esta conclusión? Ni mucho menos, es perfectamente posible, y apostaría por ella sin dudarlo. Pero es el mismo problema que se ha dado una y otra vez en la experimentación con animales no-humanos, y cuando se da en animales no-humanos es mucho más difícil convencer a la gente de ello.

La ausencia de evidencias no es evidencia de ausencia. Hace tiempo no podíamos decir que la cabeza de un petirrojo estuviese vacía, ahora sabemos que está muy llena.

Tay

Garland, A., Low, J., Armstrong, N., & Burns, K. C. (2014). Wild robins (Petroica longipes) respond to human gaze. Animal cognition, online first. DOI: DOI 10.1007/s10071-014-0747-y

Kano, F., & Call, J. (2014). Cross-species variation in gaze following and conspecific preference among great apes, human infants and adults. Animal Behaviour, 91, 136-149.

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